Ahorita (como dicen aca) les dejo un cuento que escribí mientras hacia tiempo en los aeropuertos, el cuento se basa en un viejo chiste, muy conocido.
Saludos Bolivarianos.
Cuento sobre un absurdo.
Volvía por la calle, oscura, pero al final de la cuadra se podía ver la luz de un farol de alumbrado público. El sabia que allí estaba el kiosco y que frente a el estaba la parada del 107. Aunque parezca extraño no sentía miedo, caminar por Villa Urquiza a las dos de la madrugada puede parecer peligroso, pero solo asusta la oscuridad; además el no tenia porque temer, estaba con un bajón anímico, hacia pocas horas que había sido dejado por la mujer que amaba. Ella le había planteado las cosas que una mujer le plantea a un hombre cuando no quiere saber nada con uno: “Necesito espacio”; “Sos demasiado bueno para mi” y un montón de estupideces mas, cosas que a uno no le interesan para nada.
A medida que se acercaba a la parada, empezó a sentir la necesidad de cambiar, sentía que no debía llorar por este amor, todo lo que se suponía. Quería olvidar rápidamente, empezar una nueva vida. Íntimamente había decidido no intentar nada mas con ella, no la llamaría, no gastaría lagrimas y segundos en poemas, regalos o mariachis para demostrarle todo lo que la amaba; simplemente dejaría que se fuera, el verdadero amor esta en esas cosas también, en saber cuando hay que tenderle un puente de plata al amor que ya no te quiere o al enemigo que huye, aunque generalmente se vayan juntos. (Frase perteneciente a Alejandro Dolina.)
A pocos metros de la parada del 107, vio que había una señorita esperando el mismo colectivo, a pesar de la oscuridad, la tenue luz del farol dejaban ver unos rasgos de belleza inconmensurable, de pronto sintió una necesidad muy grande de llegar rápidamente para poder verla mas de cerca.
Cuando estuvo en el lugar, se dio cuenta que la tenue luz no lo había engañado, la mujer era hermosa, vestía una pollera corta, color negro, blusa blanca, dejaba caer una hermosa cabellera color castaño y lacia sobre sus hombros. Por más loco que parezca empezó a sentir deseos de hablar con ella, pero, ¿Cómo empezar? Durante segundos que parecieron años pensó algo que decir, pero no se le ocurrió nada. La miro nuevamente esperando que ella coincidiera en el gesto para ver si eso le allanaba el camino, pero no, la casualidad no quiso que coincidieran; de todos modos el creyó ver un dejo de tristeza en su mirada, quizá ella también estaría sufriendo una pena de amor, pero decidió no pensar en ello ya que si así era significaría el fracaso de una posible conversación antes de que esta empezara.
Siguió pensando unos segundos mas, miro al cielo como buscando inspiración divina, pero solo vio el cartel de la parada que cruelmente decía “107 C. Universitaria – Eva Perón”…
… y entones tuvo certeza que eso era una señal de Dios, quizá allí estuviera la respuesta a sus ruegos, quizá de allí le viniera la inspiración, sonrió con un gesto cómplice al cielo, como diciendo “gracias” y se armo de coraje para decir la frase que había elegido, con la que esperaba iniciar la conversación con esa dama, con la que esperaba poder ahogar su pena, quizá, ambos ahogarían sus penas.
Bajo la mirada y esta vez coincidió con la de ella. “Otra señal” pensó, le sonrió.
Entonces le dijo:
-Disculpe, ¿hace mucho que espera?
- No, ayer era manzana...
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